El cada vez más absurdo proyecto del club social no solo hace aguas, ahora también corre peligro de ser sepultado por la precaria pared de roca que amenaza derrumbarse.
El asunto es que, hoy por hoy, no tienen ni idea de a qué destinar el Edificio del Club Social en el caso de que se rehabilite. Mientras tanto, asistimos a un tour de force entre el ayuntamiento, que asumirá el crédito si el proyecto saliera bien, y el resto de actores, a los que el ínclito concejal no ha dudado de culpar de todo lo anterior -incluso por adelantado- anticipando el resultado final del disparate. Se ha querido proyectar la culpa del retraso sobre los partidos de la oposición, asociaciones ecologistas e instituciones, cuando ha sido el obrar incompetente, errático y sobre todo alegal del propio ayuntamiento el factor más decisivo para la remodelación forzosa del proyecto inicial.
Hemos tenido que leer en los medios como el Concejal de Territorio ventilaba públicamente las presuntas bonanzas de «su nuevo proyecto« (que nadie ha visto aún) para remodelar el Club Social de La Manzanera, lo grande que es el ayuntamiento y lo bien que lo hacen todo. Conviene hacerle memoria pública al Sr. del Pino que el proyecto inicial, que él mismo defendía con uñas y dientes adolece de una serie de deficiencias:
- Incumple de forma flagrante la ley de costas que prohíbe realizar obras en la ribera del mar.
- El ayuntamiento pretendía «colar» como rehabilitación lo que era un recinto totalmente nuevo
- Nunca contó, ni cuenta, con un informe de impacto medioambiental para saber si es viable.
- Atentaba de forma tan notoria contra un ecosistema de vermétidos preexistente que se frenó en seco.
- Carece del interés social y la viabilidad económica que informes del ayuntamiento atribuyen al local.
El proyecto, que pese a todo ya está licitado, ahora hay que cambiarlo. El encaje dentro de la legalidad y la expectativa de beneficios de la empresa licitadora es difícil. Cada vez resulta más incomprensible la intencionalidad de un proyecto, sin apoyo social, con altos sobrecostes anunciados, ecológicamente nocivo y más dependiente de algunos egos hipertrofiados que del sentido común. Bajo ese prisma es mejor dejar como legado una pirámide que una reserva natural.
Si estamos ante un proyecto amenazado por el desprendimiento de tierra, por la subida del mar, y la obcecación de los egos políticos (aire). ¿Qué intereses puede haber para seguir adelante con semejante despropósito? El consistorio parece haber perdido el norte, pese a los problemas de abastecimiento, infraestructuras, drenaje, gestión de residuos y movilidad que tiene el municipio, insisten en la rehabilitación de un Club Social que carece actualmente de una finalidad clara. Luego quieren que la gente no piense que puedan existir sustanciosas comisiones de por medio. ¿Acaso estamos ante otra escalera mecánica? Para salvar la prohibición de cementar el acceso por la costa el departamento que dirige del Pino ha planteado la opción de instalar un ascensor en la misma pared de roca que ahora amenaza con desprenderse.
El ayuntamiento acaba de clausurar el acceso a los restos del Club Social bajo el argumento de que la situación de deterioro del talud representa un serio peligro de desprendimientos. Olé! Con esto sobre la mesa, no solo existe un peligro ya anunciado de que con el próximo temporal la obra semifaraónica sufriera daños. Esto ya se contemplaba en el proyecto inicial, con un desnatado aviso sobre la influencia ordinaria del oleaje y la subida estimada de las aguas. Ahora, además, a estos potenciales escollos se une el estado de la pared de roca, pared que desde hace años se halla sometida con mecanismos de contención. Y sobre la cual pretendían instalar un ascensor. Entre diques para el agua, mantenimiento y mallas para la tierra, la contención de elementos nos va a salir por un potosí. ¿Y para qué? ¿Es necesario luchar contra los elementos para preservar lo inevitable? y ¿a qué coste?
Desde luego que el municipio correría otra suerte si en la actual alcaldía tuvieran la misma capacidad de gestión como la que tienen para contar milongas. El Club Social fue abandonado por la comunidad de vecinos que la mantenía, no por desinterés, sino por representar un pozo sin fondo de derramas vecinales sin retorno económico alguno.
Años más tarde, el Sr. del Pino quiere resucitar este ruinoso proyecto, a costa del equilibrio medioambiental y del presupuesto municipal. Caro precio para tomarse unos gintonics. Creando, más que una atracción turística, otro agujero presupuestario que tragará más capital del que revierte. Quizás sería mejor abordar los proyectos turístico- patrimoniales por un orden de aparición e importancia: arreglar y poner en valor primero los Baños de la Reina, Las Salinas o el yacimiento de la villa de Ifach. Calp tiene ya suficientes problemas para que se vayan creando nuevos.