Ante los recientes acontecimientos, tanto el COVID como la demolición sigilosa de la Villa conocida como Casita Blanca, cabe extraer que Calp no ha querido aprender ninguna lección.
La historia de Calp no ha dejado de caminar unida a la historia de los pelotazos urbanísticos, sobre todo aquellos que marcan una etapa oscura de la historia reciente, plagada de corrupción vinculada al ladrillo. Un asunto en boca de todos pero con un aparente respaldo social semejante al del contrabando gallego. En los 80, los 90 y. por supuesto, también en este siglo.
Parece mentira que a sabiendas que el modelo de «turismo de chancleta» por el que mayoritariamente se apuesta en Calp está entredicho, se siga apostando por la masificación, conscientes todos, que multitudes y medidas de prevención sanitarias no se llevan bien.
A principio de legislatura tuvimos un brillo de esperanza, pero se desvaneció pronto, la paralización de licencias no vino acompañada de ningún cambio sustancial en el Plan general, ni siquiera de un diálogo abierto sobre el Calp que desearíamos entre todos. vinieron a cambiarlo todo (en herméticos despachos) para que todo se quedara igual, quien acuñara la frase de «en campaña se dicen muchas cosas» no ha defraudado en lo que equidistancia se refiere.
Tampoco el departamento de Urbanismo de Calp no engaña ni defrauda, la desordenación del territorio habla por sí misma. Esta temporada nos obsequia con un incierto pelotazo en la zona Calaga, con transacciones en la Zona Manzanera que nadie entiende (no salvan nada, solo distribuyen, y ya veremos a qué precio), con una torre de 30 pisos que al final va convertirse en dos torres de 19. Un quiero y no puedo dónde todo sigue igual. Mientras tanto la población calla.
La colección de responsables políticos del municipio da para una antología del terror, desde el Alcalde que vislumbraba campos de golf, a la ahora alcaldesa y ex-concejal de urbanismo, que firmaba sin reparos los 14 pisos extra a una conocida empresa hotelera (ahora paralizada por generalitat). Mención especial la aparición estelar de algún arquitecto a nómina de otro grupo hotelero local, que coincidiendo con su paso por el gobierno, esté otorgara una licencia expres al proyecto que él mismo diseño.
La cuestión es que siendo conscientes que el modelo de masificación a la larga es nocivo, aquí todo el mundo hacia otro lado cuando no directamente por lo suyo, cosa legítima. Al parecer la posibilidad de recalificar una importante zona boscosa del municipio también ha puesto en pie de guerra a algunos. Básicamente propietarios que ahora pretenden vender su indignación como colectiva. Conservadores reaccionarios, cuando les tocan el pan.
A partir de ahora, cada vez más a menudo veremos la demolición de edificaciones antiguas para sacar más provecho al encarecido suelo. Otros municipios han pasado por lo mismo. Evidentemente todo ello dentro de una legalidad que no se va a cambiar si no es para facilitar estas operaciones aún más. Tiempo al tiempo.
Ya lo advertimos al principio, la apuesta por el turismo de masas, el sálvese quien pueda no va a ser un buen aliado a la hora de combatir la pandemia, mucho menos a la hora de reflotar el motor económico. Con el desprecio por los objetos del pasado histórico hemos perdido la ocasión de repensar el futuro del municipio, la desidia de sus habitantes hará el resto.
¿La promoción de «Casita Blanca», el solar y la zona dónde se encuentra?, otro día hablaremos de ello.