El Ayuntamiento se opone públicamente a los 100.000 metros cuadrados de piscifactoría mientras sigue fomentando el desarrollismo urbanizador predatorio y un modelo económico insostenible a través del ladrillo y las alturas
Vaya por delante que ACEC apoya la movilización contra las piscifactorías y discute la utilidad pública y la conformidad medioambiental de las mismas, la convergencia momentánea de intereses no impide la batalla conjunta, si bien, los motivos que originan la movilización del ayuntamiento son bien diferentes a los de esta asociación, y por ello, de debida explicación.
El cinismo del que hace gala el gobierno municipal podría ser tan tóxico como los excrementos de las 3 toneladas de lubinas y corvina que pretenden cultivar industrialmente en la costa calpina. Habida cuenta de que el consistorio explica su súbito fervor ecologista con la defensa de los intereses de «varios propietarios de primera línea» y en pos de que estos conserven sus privilegiadas vistas, es difícil asumir la argumentación de forma tácita.
No es la primera vez que el ayuntamiento cede a movilizaciones, no por populares, sino porque provienen de las élites calpinas cuyos intereses confluyen. Todos fuimos testigos de cómo se pedía desde el Ayuntamiento una liberalización de horarios que solamente beneficiaría a una empresa local en detrimento del resto de comercios que se oponían frontalmente a dicha liberalización. Ahora, con la piscifactoría, el gobierno local pretende limar estas asperezas con el comercio local pese a que lo que realmente hace es proteger los mismos intereses de siempre.
Resulta difícil de entender la oposición tan sonora a la «destrucción del paisaje» de los 100.000 metros de granja acuática que ahora hace el ayuntamiento. ¿Para cuándo una manifestación contra el destrozo sinsentido del casco antiguo con las escaleras mecánicas? o una concentración para oponerse a las esperpénticas torres gemelas en las Salinas, otra contra la constante destrucción del horizonte calpino por Suitopias y otros edificios que gozan del beneplácito en alturas y condiciones. Los constantes giros del gobierno no obedecen al interés general ni a la defensa de lo público, aún nos acordamos del maquillaje del discurso del Concejal del Pino cuando «descubrió» que el aberrante proyecto de La Manzanera era ilegal, todo que la existencia de vermétidos y especies protegidas se había acreditado suficientemente en un informe del 2015, que no nos engañen.
Este cinismo tóxico del que hace gala el gobierno local es el mismo que impidió que prosperase una moción para realizar catas arqueológicas en las fincas cercanas al yacimiento arqueológico. Votos en contra para una iniciativa que podría evitar conflictos y salvaguardar nuestro patrimonio histórico. Para la iniciativa privada no hay problemas en construir dónde y cómo les convenga, pero para la ampliación del recinto de la policía local había mil trabas, incluidas la obligatoriedad de hacer un estudio arqueológico previo.
La sucesión de estos desencuentros le resta credibilidad al discurso del equipo de gobierno y evidencia su único objetivo, mantener el poder y favorecer a sus afines desde las instituciones. O de qué otra forma se explica que el ayuntamiento convoque apresuradamente una concentración contra los 100.000 metros cuadrados de piscifactoría pero se niegue a desclasificar la urbanizabilidad de los más de 200.000 metros cuadrados de posible zona verde que hay en Pla de Feliu.
Pese a que los estudios económicos han constatado que el modelo económico del «dinero rápido para unos pocos» promovido por el ayuntamiento/populares no trae beneficios para la mayoría de la población, al contrario, el ladrillo nos ha posicionado entre los municipios más pobres de la comarca y de la provincia. Además, también ha quedado constatado la escasa previsión del modelo urbanístico que también se sigue defendiendo, la asincronía de alturas crea pantallas que devalúan al resto de viviendas que se hallan detrás, un egoísmo interesado e insolidario que de similar manera ha generado más perjuicio que beneficio. Las grandilocuencias electorales de todos aquellos que prometían el fin de este modelo ha desembocado en un engaño y un continuismo que ha desfigurado el horizonte calpino, la credibilidad en sus instituciones y la prosperidad de los habitantes.