Ayer fue Lliber, hoy es Madrid, el que en 2020 fue portavoz de Medio Ambiente del Grupo Popular en el Congreso siempre aparece en medio de los peores escándalos políticos, eso sí, sin mancharse, y siempre hacia adelante.
Algunos lo recordarán por su reciente intervención en el congreso, acusado al Gobierno de Pedro Sánchez de «financiar» la invasión de Putin a Ucrania, a través de la compra de gas ruso. Todo un activista de lo absurdo. Mientras en su perfil de LinekIn reza: «Mi pasión es trabajar para mejorar los entornos en los que la mayoría de las personas vive y trabaja, y generar espacios más amigables con nuestros entornos naturales.», en el escenario político real, emerge como un personaje cínico, con sonrisa forzada y palabras retorcidas, un malabarista de la verdad, hábil y astuto, que juega con la confianza de la gente
En un giro irónico de los acontecimientos, el mismo que ostentaba en 2020 el cargo de Vocal de Reto Demográfico en el Congreso ha demostrado una alarmante falta de sensibilidad y coherencia. Mientras su posición debería estar enfocada en revitalizar las áreas rurales y combatir la despoblación, la última propuesta del ayuntamiento en el que pretendía aterrizar como paracaidista para posibilitar su opción a la Diputación de Alicante (no llegó ni a recoger el acta), es toda una oda al cinismo: una macrourbanización de lujo que eclipsa incluso al propio municipio donde se planea construir.
El cinismo de este portavoz de Política Territorial se evidencia con su historial, en Calp prometió un Campo de Golf en el que se conoce como el último pulmón verde de la localidad (ver nota de la London World Trade Market ), de la misma manera quiso colarnos una macroproyecto en la manzanera, disfrazándolo de reforma. Habla de “desarrollo sostenible” mientras ignora las voces de los afectados. Promete “crecimiento económico” sin considerar las consecuencias a largo plazo. Sus discursos son como telarañas, tejiendo engaños y promesas vacías, mientras sus ojos brillan con malicia, calculando cada paso para conservar el poder. Ya sea de concejal fantasma de Llíber o aspirante a alcalde en Calp.
Así pues, el mismo que impulso este macroproyecto en pleno espacio Natura 2000, también nos trajo las polémicas piscifactorías que ahora se amplían. Pese a todo, año pasado pretendía presentarse como alcalde con eslóganes como «quiero que Calpe sea el referente de la sostenibilidad en el Mediterráneo». Lástima que en llíber, donde todos se conocen y las noticias viajan más rápido que el viento, las concejalías se convierten en piezas clave en un juego de poder más grande, se instrumentalice la política para llevar a cabo estos atropellos. En todos los sitios cuecen habas, …y siempre son los mismos cocineros.
Es difícil no ver en este cinismo un peligro para el medioambiente, políticos de este tipo generan desconfianza en toda la política, especialmente la ambiental, la priorización de los intereses económicos va de la mano de la negación o tergiversación del Cambio Climático, todo es Greenwashing, postureo sintético y marketing político.
Nuestro protagonista es un político astuto, con ojos que escudriñan cada rincón y una sonrisa que oculta más de lo que revela. Ha sido concejal durante años, con su asiento en el pleno y su voz en las reuniones. Pero su mirada va más allá del pueblo. Sueña con las diputaciones, con los pasillos de poder en las capitales.