ACEC

Associació Cultural Ecológista de Calp

El riurau salvado: una victoria pírrica en la lucha por el patrimonio valenciano

Pactando con el demonio: el precio de conservar nuestra identidad arquitectónica

Una reflexión sobre la conservación del patrimonio arquitectónico tradicional en la Marina Alta


Hay victorias que saben a derrota, triunfos que duelen más que las pérdidas. La salvación del riurau de tres arcos de la Casa del Trosset del Retor es una de ellas: una victoria pírrica que nos obliga a reflexionar sobre el precio de conservar nuestra memoria histórica en tiempos de voracidad constructora.

Hace apenas unos meses, la Asociación Cultural y Ecologista de Calp (ACEC) presentaba ante la Concejalía de Urbanismo una solicitud meticulosamente documentada para incluir este humilde riurau de tres arcos en el Catálogo de Bienes Culturales Protegidos. El escrito, fruto del tesón de la asociación, la sabiduría de eruditos locales y, sobre todo, el apoyo del arquitecto Miguel del Rey Aynat, era un alegato apasionado en defensa de esos «elementos arquitectónicos únicos en el mundo» que atestiguan siglos de cultura de la pasa en nuestra comarca.

Hoy, la masía ha desaparecido. Sus muros, que durante más de dos siglos guardaron la memoria de generaciones de familias valencianas, han caído bajo las máquinas. Pero el riurau permanece. Sus tres arcos escarzanos siguen alzándose, solitarios ahora, como un monumento involuntario a la resistencia del patrimonio frente a la especulación.

Google Street view 2009/Marina Alta: ¿chalets millonarios o memoria agrícola? La lucha por decidir qué somos

El eco del poeta Ferrando

Recordamos las palabras de uno de nuestros rapsodas locales, Ricardo Ferrando: «el riu rau ja no riu, mes ben plora«. Hoy podemos decir que este riurau ha dejado de llorar, al menos temporalmente. Pero la pregunta que nos asalta es inevitable: ¿y mañana? ¿Quién tomará el relevo en esta eterna batalla por preservar los vestigios de nuestra identidad? -Qui plorarà amb el meu plor, el demà que vindrà, l’ombra del record o el silenci?

Porque esta salvación, por mucho que la celebremos, no deja de ser el resultado de una negociación faústica. Pactar con el demonio del desarrollo urbanístico: salvamos el riurau a cambio de sacrificar el conjunto arquitectónico del que formaba parte. Es como preservar el corazón mientras se amputa el cuerpo.

Arquitectura de resistencia

Los riuraus son más que construcciones: son monumentos a la laboriosidad de nuestros antepasados, testimonios pétreos de una economía que durante siglos sustentó a familias enteras. Cada arco es un verso de piedra que narra la historia de la pasa, esa «industria que fue motor económico de la región durante más de dos siglos«, como recoge la documentación presentada por ACEC.

En una Marina Alta donde la imagen predominante amenaza con ser la de chalets millonarios y urbanizaciones desalmadas, estos riuraus representan la autenticidad perdida, la conexión con una tierra que fue agrícola antes que turística, productiva antes que especulativa. Son la prueba tangible de que aquí, donde ahora se levantan torres de apartamentos, hubo una vez campos de pasas secándose al sol mediterráneo.

La rareza de las victorias

Lo excepcional de esta historia no es solo que se haya salvado el riurau, sino que se haya conseguido mediante la confluencia de fuerzas que habitualmente se encuentran enfrentadas. El tejido asociativo, representado por ACEC, ha demostrado que la pasión y el conocimiento pueden ser más poderosos que los grandes capitales. Los estudiosos del patrimonio han aportado la fundamentación técnica y jurídica imprescindible. La concejalía de urbanismo ha ejercido sus competencias con responsabilidad histórica. Y, sorprendentemente, los propietarios han accedido a un compromiso que, sin ser ideal, permite que al menos una parte del conjunto patrimonial llegue a las generaciones futuras.

Esta convergencia de intereses y voluntades es tan infrecuente como un eclipse. Por eso duele tanto que haya sido necesaria para salvar lo que debería estar protegido por derecho propio, sin necesidad de negociación alguna. Decía muy bien Pirro I, rey de Epiro: «Otra victoria como esta y estarémos perdidos.»

2025: Bajo su sudario de lona y tras sus barreras de metal, los tres arcos custodian el alma del lugar.

El valor de lo pequeño

En un mundo obsesionado con lo monumental, la salvación de este «humilde riurau de tres arcos» nos recuerda que la historia también se escribe en minúsculas. No todos los patrimonios tienen la grandeza de las catedrales o la majestuosidad de los palacios. A veces, la memoria colectiva se refugia en construcciones modestas, en arquitecturas que hablan en susurros pero que, precisamente por eso, nos resultan más íntimas y cercanas.

El riurau de la Casa del Trosset del Retor, es ahora más que una coordenada geográfica: es un símbolo de resistencia, un recordatorio de que cada pequeña victoria cuenta en la batalla por preservar nuestra identidad. Aún así, nos obliga a preguntarnos si lo que conseguimos justifica el daño causado

Cercado y velado, como un tesoro que aguarda su momento, permanece ahí para bendecir con su presencia cualquier futuro que ose construirse a su sombra

Reflexión final

Mientras contemplamos este riurau salvado pero huérfano, despojado ya del contexto arquitectónico que le daba sentido, no podemos evitar una melancolía profunda. Hemos ganado una batalla, sí, pero la guerra por el patrimonio valenciano está lejos de terminar.

Cada día que pasa, cada proyecto urbanístico que se aprueba, cada construcción tradicional que se derriba, nos alejamos un poco más de lo que fuimos. Por eso, iniciativas como la de ACEC no son solo actos de conservación arquitectónica: son actos de resistencia cultural, pequeñas rebeldías contra el olvido organizado.

Al final, la pregunta es: ¿Quieres tener la razón o quieres tener resultados? A veces, tener la razón te deja solo y sin nada. Lograr un resultado, aunque sea imperfecto, puede ser el primer paso hacia un cambio real y significativo.

El riurau de tres arcos sigue en pie. Ya no llora, como decía Ferrando, pero tampoco ríe. Simplemente resiste, esperando que las próximas generaciones sepan valorar lo que costó tanto conservar y que entiendan que algunos tesoros, por humildes que parezcan, no admiten precio alguno.


Porque la verdadera medida de una sociedad no se encuentra en lo que construye, sino en lo que decide preservar.